Al aprobar selectividad y escoger la que, en aquel entonces pensaba, iba a ser mi profesión para el resto de mis días, mi vida empezó a moverse a toda velocidad. Después de un año de duro trabajo, estaba siguiendo el camino que debía seguir, adaptada firmemente a las normas sociales que debía perpetuar. Todo se estaba moviendo en la dirección correcta. Y, sin embargo, tenía una creciente sensación de incertidumbre.

¿Era esto realmente mi vocación de la vida? Sabía que lo había sido en algún momento. Pero, las presiones del día a día no dejan mucho tiempo para la auto-reflexión. El sistema educativo en España tampoco. En algún momento había puesto el piloto automático en marcha y perdido ese sentido de propósito que me conduce hoy en día. Fue una realización inquietante, pero ¿qué podía hacer? ¿Cómo iba a poner el freno ahora? Todo lo que podía pensar era cuánto tiempo había perdido, toda la gente que sería decepcionada, y por supuesto, todo el dinero malgastado en el pasado y el dinero que supone un nuevo comienzo en el futuro. Y eso era mucho dinero.

En última instancia, tomé la decisión tan temida y lo dejé todo por un tiempo al menos. Tuve la suerte de estudiar en una universidad que me permitió cursar a distancia algunas asignaturas a modo de salvavidas, sólo por si me arrepentía de mi decisión más adelante. También tuve la oportunidad de tener mi primer trabajo y afrontar lo que más o menos sería el mundo laboral. Fue un gran riesgo, ¡no hay pocas  personas que me lo recuerdan hoy en día! Pero, en ese momento estaba corriendo en el vacío, y sabía que necesitaba tiempo para reflexionar y encontrar sentido a lo que estaba haciendo y a lo que de verdad quería hacer con mi vida.

El tiempo desconectada me ayudó a ver mi carrera y mi vida, de manera diferente. No os voy a aburrir con los detalles, pero basta con decir, que encontré lo que había perdido – mi propósito. Y, encontrarlo me llevó de vuelta al punto de partida. Porque he descubierto (después de unos años de distancia) que realmente no me gustaba mi carrera y mi devoción, el voluntariado, era algo que la universidad no iba a ofrecerme, debía encontrar otra vía para poder dedicarme a ello.

No fue fácil volver y tener que probarme a mí misma de nuevo. Tampoco era fácil empezar de nuevo una carrera diferente y ver a todos mis amigos seguir avanzando en sus vidas. El tiempo seguía siendo frenético, las presiones no eran menos intensas, pero todo ello me recordó por qué estaba en el juego, y como había cambiado todo para mí. Mi perspectiva ya no era la misma.

Hablo a menudo acerca de la importancia de las organizaciones que definen e incrustan su propósito en ti y en como acaba convirtiéndose en el tuyo propio en base a su cultura. Lo que esto significa a nivel individual es que cada uno de nosotros debe ser capaz de ver ese fin último en el trabajo que hacemos, día tras día. En la universidad, en el trabajo, incluso en tus hobbies. Y si por alguna razón alguna vez lo perdemos de vista, es posible que tengamos que alejarnos de nuestra rutina y de nuestra zona de confort para encontrarlo de nuevo.

“Un paso de distancia” puede ser diferente para cada persona, pero la lección subyacente es la misma para todos: a veces se necesita salir fuera de la carretera sucesivamente para encontrar el camino que estás destinado a seguir.

Tamara Pazos Campos  –  AIESEC in Santiago de Compostela

Leave a Reply