El mayor desafío para los “Objetivos de Desarrollo Sostenible” propuestos por la ONU, es la erradicación de la pobreza y el hambre, a la vez que se mantiene la seguridad alimentaria para todos en un mundo lleno de gente y dramáticamente desigual. Aunque el mundo ha tenido éxito en la reducción de la pobreza, de acuerdo con los “Milllennium Development Goals” (MDG), no se ha logrado proporcionar la seguridad alimentaria y una nutrición adecuada para todos en todo el mundo.

El error que se cometió al desarrollar los “Millennium Development Goals” fue no tratar la erradicación del hambre como un derecho humano. La experiencia nos muestra que ni los mercados ni los gobiernos protegen el acceso a alimentos suficientes y nutritivos para todos. Sólo interviniendo a quienes producen los alimentos y regulan la sociedad se puede tener la esperanza de lograr tal objetivo. Esto significa que el acceso a una alimentación adecuada debe ser tratado como un derecho humano, y no sólo como un objetivo político o el resultado de una economía productiva. Varias constituciones y tribunales en América Latina han adoptado recientemente esta dirección, constituyendo el derecho a la alimentación un derecho legal, pero el sistema internacional, incluidas las Naciones Unidas, aún está por detrás.

De acuerdo con la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), casi un billón de personas sufren de hambre crónica y aproximadamente dos billones son sub o sobre alimentados.

Los niños son las víctimas más visibles de las deficiencias nutricionales. Aproximadamente cinco millones de niños mueren cada año a causa de una mala nutrición. El acceso a una alimentación adecuada durante los primeros mil días de vida es de vital importancia para que las futuras generaciones demuestren una fisionomía sana. Incluso una falta temporal de alimentos durante ese momento crucial tiene un efecto negativo en el desarrollo físico e intelectual.

Me impactó terriblemente cuando me dijeron que en Haití, incluso antes del devastador terremoto que arruinó el país, se vendían pequeñas bolas de barro en el mercado para aliviar la sensación de hambre de los niños.
Tamara Pazos – AIESEC in Santiago de Compostela.

De las personas que padecen hambre en el mundo, el 98% viven en países en vías de desarrollo. Las causas profundas de la inseguridad alimentaria y la malnutrición son la pobreza y la desigualdad en lugar de escasez. Estadísticas de la FAO confirman que el mundo produce suficiente comida para alimentar a los siete billones de personas que viven hoy en día, e incluso los aproximadamente 9 o 10 billones de habitantes previstos en 2050. La agricultura mundial produce 17% más de calorías por persona hoy que hace 30 años, a pesar de un aumento del 70% en la población.

A pesar de ello, para los dos billones de personas que ganan menos de $2 al día, muchos de los cuales viven en zonas rurales donde los agricultores cultivan pequeñas parcelas de tierra con escasos recursos, no pueden permitirse el lujo de comprar alimentos.

El actual sistema económico es el responsable de esta prevalencia de la pobreza y el hambre. Recientemente, el cambio climático también ha sido añadido a la lista de causas.

Si la comunidad internacional se tomase en serio la erradicación del hambre, se necesitaría implementar un nuevo modelo de desarrollo basado en la generosidad y en el cumplimiento los derechos humanos, reforzado por mecanismos económicos y legales que obligasen a los grandes productores a rendir cuentas. La no discriminación y la igualdad deben sustentar todo el marco de “Los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Los grupos marginados, excluidos, los inmigrantes, los pobres, discapacitados, mayores e indígenas deben tener un lugar en esta estrategia.

El papel de la mujer en el desarrollo y la seguridad alimentaria es fundamental. De los que sufren hambre crónica, el 60% son mujeres. Esto es especialmente irónico ya que las mujeres hacen la mayor parte del trabajo agrícola en los países subdesarrollados. Gran parte del trabajo que hacen las mujeres es invisible y no remunerado, a pesar de su papel indispensable en la alimentación de los niños y las personas de edad avanzada. La defensa de los derechos económicos, educativos y legales de las mujeres sería el mejor uso de los fondos dedicados a la erradicación del hambre, la pobreza y la desnutrición infantil.

La seguridad alimentaria depende de la sostenibilidad del suministro de alimentos. Se necesita un gran esfuerzo para evitar las prácticas que exacerban los impactos negativos de la producción y el consumo de alimentos en el clima, el agua y los ecosistemas. Los “Objetivos de Desarrollo Sostenible” tienen como meta conseguir un medio ambiente adecuado que se convierta en un derecho humano garantizado internacionalmente.

Los “Los Objetivos de Desarrollo Sostenible” pretenden alentar a los gobiernos a trabajar con coherencia política: las políticas agrícolas deben ser compatibles con las normas de sostenibilidad ambiental y de comercio y, por supuesto, concurrentes con la seguridad alimentaria. Esto no va a ser fácil de implementar. Para ello será necesario permitir a los mercados nacionales de alimentos de los países subdesarrollados competir con éxito contra los alimentos baratos importados. Esto significa alterar las normas comerciales internacionales para evitar la interferencia con las políticas nacionales de estos países con el objetivo de erradicar el hambre y la pobreza.

La colocación de los derechos humanos como epicentro de los “Objetivos de Desarrollo Sostenible” presupone tanto una revolución en el ámbito económico y político como la voluntad de hacer cumplir esto. Las empresas transnacionales pueden ser parte del problema, ya que tienden a socavar el sustento de la población local, desplazar a sus habitantes de su hogar y tierra, interfiriendo con su acceso a los recursos naturales, y causando la destrucción de su medio ambiente. La responsabilidad de la violación de estos derechos humanos debe extenderse al sector privado. Por otra parte el derecho internacional ha sido tradicionalmente reacio a hacer esto. Aunque es alentador observar que algunas modestas medidas se han adoptado recientemente para fomentar la responsabilidad corporativa, incluyendo los Principios Rectores de los Negocios y Derechos Humanos y los Principios de Maastricht para las Obligaciones Extraterritoriales.

Mediante los nuevos objetivos globales podemos erradicar la pobreza, mantener la seguridad alimentaria y garantizar el derecho a una alimentación adecuada y nutritiva para todos en todo el mundo. Estos objetivos fundamentales fueron hace mucho tiempo establecidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos, y se repitieron en el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales. La tarea es enorme, pero las herramientas están ahí. El reto es principalmente reconfigurar la voluntad política que es suficientemente fuerte para superar los intereses privados creados alrededor de mantener la inseguridad alimentaria.

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